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Las cosas aquí no eran como en la costa. Ese era el principal pensamiento al desandar el camino. Aquí podías andar por una carretera sin ver un sólo coche en toda la noche. Algo menos de que preocuparse en las horas que le quedaban por delante. Esa zona estaba llena de casas de gente importante, o al menos con dinero, que hacía tiempo que ayudaba mucho a la hora de medir la importancia. Podías andar kilómetros y kilómeros bordeando la verja de una de esas impresionantes casas. Nunca se vería la casa, por supuesto, pero se intuía. Podías apreciar la zona donde había más luz y de vez en cuando oir los lejanos ladridos de algún perro. Para evitar las cámaras caminaba al otro lado de la carretera, por supuesto. No era su intención pasarse la noche en la garita de seguridad esperando la denuncia por merodeador. Y tampoco le apetecía ser golpeado. No señor.
Todo esto era lo que llenaba su cabeza cuando a las 2:15 de la mañana llegó al cruce donde había empezado la noche. Al acercarse se aseguró de que no hubiera ningún policía husmeando. Quizás podría tener suerte y ahorrarse las tres horas de caminata hasta el pueblo más cercano. Los surcos en la cuneta apenas se notaban y los árboles habían engullido el coche al salirse de la carretera. Pasó por ellos y encontró todo como lo había dejado. No tenía daños mayores y puede que arrancara. Pero definitivamente lo primero era limpiar del cristal esas salpicaduras de sangre....
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